“Dios te salve José, varón justo”

San José, un gran santo llamado a ser el custodio del Redentor, tuvo como misión  cuidar y proteger los dos más grandes tesoros de Dios: Jesús y María, Dios envío a su ángel mensajero y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados”» (Mt 1, 20-21).   «José… hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer» (Mt 1, 24) desde entonces San José es ejemplo de esa espiritualidad que todos debemos asumir, esa espiritualidad que tiene como fin amar y servir verdaderamente a Jesús en María y por María.

San JoséSegún la exhortación apostólica  REDEMPTORIS CUSTOS  DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO II, San José tomó a la Virgen María en todo el misterio de su maternidad; la tomó junto con el Hijo que llegaría al mundo por obra del Espíritu Santo, demostrando de tal modo una disponibilidad de voluntad, semejante a la de María, en orden a lo que Dios le pedía por medio de su mensajero. Ahora, la fe de la Virgen María se encuentra con la fe de San José, si Isabel dijo de la Madre del Redentor: «Feliz porque has creído», en cierto sentido se puede aplicar esta bienaventuranza a San José, porque él respondió afirmativamente a la Palabra de Dios, cuando le fue transmitida en aquel momento decisivo. En honor a la verdad, José no respondió al «anuncio» del ángel como María; pero hizo como le había ordenado el ángel del Señor y tomó consigo a su esposa. Lo que él hizo es genuina “obediencia de la fe” (cf. Rom 1, 5; 16, 26; 2 Cor 10, 5-6). De este misterio divino José es, junto con María, el primer depositario. Con María —y también en relación con María— él participa en esta fase culminante de la autorrevelación de Dios en Cristo, y participa desde el primer instante.